«Porque tu propia tristeza se incendió”

El 30 de noviembre de 2001, el miembro de la Asociación Chilena de Víctimas del Asbesto, Eduardo Miño, y también parte del Partido Comunista de Chile, decidió inmolarse frente a La Moneda en forma de protesta contra las más de 300 víctimas fatalles que cobró el cáncer por contaminación industrial, por las que el hombre culpó a industrias Pizarreño, a la Mutual de Seguridad, y al Estado.

Esta es la carta que repartió antes de morir:

«A la opinión pública: Mi nombre es Eduardo Miño Pérez, carné de identidad 6.449.449-K de Santiago. Militante del Partido Comunista. Soy miembro de la Asociación Chilena de Víctimas del Asbesto. Esta agrupación reúne a más de quinientas personas que están enfermas y muriéndose de asbestosis, participan las viudas de los obreros de la industria Pizarreño, las esposas y los hijos que también están enfermos, solamente por vivir en la población aledaña a la industria. Ya han muerto más de 300 personas de mesotelioma pleural, que es el cáncer producido por aspirar asbesto. Hago esta suprema protesta denunciando:

1.- A la industria Pizarreño y su holding internacional, por no haber protegido a sus trabajadores y sus familias del veneno del asbesto.

2.- A la Mutual de Seguridad por maltratar a los trabajadores, enfermos y engañarlos en contra de su salud.

3.- A los médicos de la Mutual por ponerse de parte de la empresa Pizarreño y mentirle a los trabajadores no declarándoles su enfermedad.

4.- A los organismos de Gobierno por no ejercer su responsabilidad fiscalizadora y no ayudar a las víctimas. Esta forma de protesta, última y terrible, la hago en plena condición física y mental como una forma de dejar en la conciencia de los culpables el peso de sus culpas criminales. Esta inmolación digna y consecuente la hago extensiva también contra:

Los grandes empresarios que son culpables del drama de la cesantía, que se traduce en impotencia, hambre y desesperación para miles de chilenos. Contra la guerra imperialista que masacra a miles de civiles pobres e inocentes para incrementar las ganancias de la industria armamentista y crear la dictadura global. Contra la globalización imperialista hegemonizada por Estados Unidos. Contra el ataque prepotente, artero y cobarde contra la sede del Partido Comunista (PC) de Chile. Mi alma que desborda humanidad ya no soporta tanta injusticia. Eduardo Miño»

El 11 de noviembre de 1983, el obrero de la construcción se quemó a lo bonzo frente a la Catedral de Concepción para exigir que la CNI liberara a sus 2 hijos detenidos. Sería el primer suicidio en Chile de esas características. Su inmolación dio origen al Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo.

Los “civiles no identificados” buscaban a su hija María Candelaria Acevedo Sáez, 26 años, militante de las Juventudes Comunistas. Sebastián vio pasar vehículos a toda velocidad y regresó corriendo a la casa, pero no pudo impedir la detención. “La llevamos por terrorista”, le dijeron.

Dos horas más tarde, los agentes detuvieron a Galo, otro de los cuatro hijos de Sebastián Acevedo. Lo capturaron en la misma constructora donde trabajaba junto a su padre. Lo subieron a un vehículo de un golpe en los testículos y después partieron a buscar a otro detenido a una comisaría. La CNI había iniciado una redada masiva contra una supuesta “red de militantes comunistas”, según informó la prensa de la época. Los hermanos Acevedo Sáez y el resto de los detenidos fueron trasladados a un recinto militar ubicado frente al balneario de Playa Blanca, a 3 kilómetros de Coronel. Pero Sebastián Acevedo no sabía dónde los habían llevado y cayó presa de la angustia. Sólo sabía que la CNI estaba siguiendo a sus cuatro hijos y comenzó a buscar a María Candelaria y Galo por distintos cuarteles. También pidió ayuda en la Vicaría de la Solidaridad, pero todo fue inútil.

El 11 de noviembre de 1983, Sebastián Acevedo se roció con bencina y parafina en la Plaza Independencia de Chile, frente a la Catedral de Concepción, y comenzó a gritar “¡Que la CNI devuelva a mis hijos!”. Un carabinero intentó detenerlo y el angustiado padre se prendió fuego. Moriría pocas horas después.

Con quemaduras de extrema gravedad, Sebastián Acevedo fue internado en el Hospital Regional de Concepción. Mientras el obrero agonizaba, la CNI liberó a su hija, quien alcanzó a despedirse de él. “Me dijo que cuidara a mi hijo, a mi hermano, que no dejara abandonada a mi madre (Elena Sáez)», señaló la joven en esa oportunidad.

Galo también salió en libertad, pero tras la muerte de su padre la CNI volvió a detenerlos. María Candelaria cayó nuevamente el 30 de noviembre de 1983 y pasó un año y dos meses privada de libertad. Su hermano Galo estuvo detenido durante dos años. La Comisión Rettig estimó que Sebastián Acevedo fue víctima de la violencia política, porque tomó la determinación de suicidarse en un gesto extremo por salvar a sus hijos. Fue un modo desesperado de protestar por la situación que lo afligía como padre. Por lo mismo, su caso está considerado en el Informe Rettig.

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